viernes, 4 de marzo de 2011

LA PAZ SEA CON NOSOTROS

En el andén del Metro, se me acerca un antiguo enemistado ( muchos años de repudio) y, sin preámbulo, me da la paz. Esto ha ocurrido verdaderamente, al pié de la letra, y por eso lo cuento. Grandioso acontecimiento personal.

La reconciliación ha proseguido en el vagón, en el trayecto común, y luego ha permanecido en mí como una inmersión de alegría y gratitud. Cuando he salido del Metro estaba lloviendo, pero no me daba cuenta, bajo un sol radiante.

La asociación de ideas es arrolladora. El evangelio del Domingo pasado (Mateo, 5, 38-48 ) propone amar al enemigo. Más concretamente; haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os maltraten (Lucas,6, 27-28 ). ¡ Ésta si es una revolución! ¡La prueba del nueve del cristiano!. ¡Máxima dificultad! Pero, por lo menos, hay que pensarlo, hay que intentarlo.

¿Cómo practicar el mandato evangélico en la sociedad que aconseja no dar al enemigo ni agua; en la sociedad del éxito a toda costa, caiga quién caiga?
El perdón a los enemigos ( no digamos el amor) suele ser un acto suscitado por la proximidad de la muerte, un acto testamentario.

Una sonrisa por favor. Se atribuye a Narváez moribundo, preguntado por el sacerdote si perdonaba a sus enemigos: No tengo enemigos padre, los he matado a todos.

No hay que esperar, porque todos los días, de algún modo, morimos. Del sueño de todas las noches, muerte caliente, resucitamos todas las mañanas ( la resurrección de los vivos). No hay, pues, excusa para la demora (Trabaja como si fueras a vivir eternamente, vive como si fueras a morir esta noche).
Queda algún problema técnico (usted me entiende). Habrá que distinguir entre conciliación y reconciliación. Se habla más enfáticamente de reconciliación; pero no se puede reconciliar lo que nunca estuvo anudado. Conciliación, parece, tiene más mérito; pero, como sea y por donde sea, empecemos.

El cabrero del cuento, pasaba las noches intentando dar una pedrada a la Luna. Por supuesto, no lo consiguió, pero llegó a ser el mejor hondero de la comarca.

ENRIQUE DE AGUINAGA- LA GACETA

1 comentario:

  1. La verdad es que no soy una persona muy religiosa, pero "compro" la idea. Este artículo me parece muy profundo, creo que para los no creyentes encierra una moraleja; aunque no seamos creyentes un movimiento espiritual de más de 2000 años de antiguedad puede aportarnos ideas buenas en nuestra vida.
    Me parece peculiarmente interesante como algunas de las ideas del cristianismo siguen estando tan vigentes, será que no hemos evolucionado tanto como pensamos?

    ResponderEliminar