martes, 26 de octubre de 2010

GRAN PREMIO CICLISTA

ALCOBENDAS SIEMPRE HA DESTACADO POR SU GRAN AFICIÓN AL CICLISMO. NUESTRA CIUDAD HA FORMADO PARTE DEL CALENDARIO NACIONAL E INTERNACIONAL DE PRUEBAS CICLISTAS Y AQUÍ HEMOS CONTADO CON LOS MÁS DESTACADOS CORREDORES DE CADA ÉPOCA.

DESDE EL GRAN PEDRO DELGADO Y EL LEGENDARIO MIGUEL INDURAIN, PASANDO POR SEAN KELLY, LANCE AMSTRONG O GIANNI BUGNO, HASTA LOS MÁS RECIENTES VALVERDE O CONTADOR.

EL GRAN PREMIO"CIUDAD DE ALCOBENDAS", DISPUTADO EL PASADO DIA 17, ES UNA MUESTRA DEL CLARO COMPROMISO QUE EL GOBIERNO MUNICIPAL TIENE CON LOS CLUBES ORGANIZADORES DE GRANDES EVENTOS Y CON LOS CIUDADANOS A LOS QUE LES GUSTA ASISTIR COMO ESPECTADORES A LOS MEJORES ESPECTÁCULOS DEPORTIVOS.

POR ELLO, ES UNA SATISFACCIÓN HEBER CONTADO EN ESTA ÚLTIMA EDICIÓN CON GRANDES CICLISTAS COMO IVÁN BASSO O VICENZO NIBALI, ENTRE OTROS, Y CON GRANDES PROMESAS DEL CICLISMO NACIONAL.

PERO NO ES MENOS CIERTO, Y ASÍ LO DEBO SEÑALAR, QUE NO CORREN BUENOS TIEMPOS PARA ESTE DEPORTE. LA E.P.O., TRANSFUSIONES SANGUÍNEAS Y MÁS RECIENTEMENTE ALGUNA QUE OTRA CONTAMINACIÓN ALIMENTARIA, HAN PUESTO EN EL OJO DEL HURACÁN A CICLISTAS EN PARTICULAR Y AL CICLISMO EN GENERAL.

LA SITUACIÓN ACTUAL DEL CICLISMO EXIGE UNA PROFUNDA REFLEXIÓN POR PARTE DE LOS PROPIOS CICLISTAS, PERO DE LA QUE NO DEBEN SER AJENOS LOS DIRECTORES, MÉDICOS Y ORGANIZADORES DE PRUEBAS YA QUE EN SUS MANOS ESTÁ EL FUTURO DE ÉSTE DEPORTE QUE SE DESMORONA Y PIERDE PRESTIGIO ANTE LOS OJOS DE LA AFICIÓN, QUE AFORTUNADAMENTE Y HASTA AHORA, TODAVÍA NO LE HA VUELTO LA ESPALDA.

miércoles, 6 de octubre de 2010

EL NAUFRAGIO DE LA IZQUIERDA

La huelga del 29-S va teniendo una consecuencia patente en el plano cultural: la pérdida de legitimidad de la izquierda, que se ha retratado como una fuerza desorientada y reactiva, más un rescoldo que una llama. Esta huelga empezó en restaurantes de lujo, promovida por unos sindicatos que ya no son movimiento obrero, sino lobby subvencionado con fondos públicos, y ha terminado convertida en terrorismo urbano por las calles de Barcelona, a manos de grupos antisistema que no son sino hijos descarriados de la izquierda pija. Entre unos y otros, la pregunta es inevitable: ¿dónde ha quedado la izquierda fetén? La respuesta es que esa izquierda ya no existe. Y lo que hoy tenemos ante nosotros es más bien un simulacro, una alucinación.

LAS TRES IZQUIERDAS

Hubo tres izquierdas. La primera fue revolucionaria y roja: Rusia en 1917, Alemania en 1919, España en 1934 y 1936 … Su paraíso era la Rusia soviética. Esa izquierda acabó ahogada en el baño de sangre del gulag y la checa. Hoy sólo sobrevive Castro, fósil que no obstante inspira algunas simpatías –nada extraño en estos tiempos de fascinación por los dinosaurios-.

La segunda izquierda fue reformista y blanca: el laborismo británico, las socialdemocracias alemana y sueca, también los socialismos francés (Miterrand) y español (González) … Su paraíso era Suecia. Pero la segunda izquierda acabó colapsada por algo tan prosaico como la incapacidad para mantener el gasto público del Estado-Providencia. Hoy ninguno de sus representantes sobrevive.

La tercera izquierda era una incógnita. Nieta de revoluciones desacreditadas por sanguinarias e hija de experimentos inviables por insolventes, su gran reto era construir un nuevo paradigma teórico. Aún no ha habido tal. Pero en los márgenes de la izquierda empezaban a asomarla cabeza corrientes nihilistas bajo las banderas turbulentas de la antiglobalización. Y en las capillas de la nostalgia se iba construyendo un santoral nuevo que ya no bebían en los viejos paraísos soviético o sueco, sino en las revelaciones de cartón-piedra del Mayo del 68, de la revolución sexual, de la insurgencia latinoamericana, de los eternos derrotados rojos, de las ensoñaciones libertarias, del tercermundismo militante …

Con estos materiales se ha cuajado una doctrina que está más cerca del nihilismo que del socialismo. Doctrina caótica, sí, pero eficaz, porque sigue prometiendo la felicidad en la Tierra. Tras beber la poción mágica del resentimiento y fumarse el porro de la utopía, la alucinación teórica de la tercera izquierda se concreta en las consignas de los nuevos demagogos: abolir la familia, casar a los homosexuales, imponer el aborto, expropiar las catedrales … Esta tercera izquierda ha cobrado visibilidad institucionalidad en la España de Zapatero.

LA CORRIENTE REAL

¿Y qué tiene que ver esto con la buena y vieja izquierda de verdad, la del albañil y el jornalero? Nada. Hoy la izquierda no es una fuerza que nazca de una necesidad social –mídase el abdomen de nuestros sindicalistas-, sino una actitud, una pose, con frecuencia un juego de rol. Para muchos, es inercia social. Para otros, lavadero de la mala conciencia (véanse los antecedentes familiares de nuestros próceres, desde Leire Pajín a Griñán pasando por Conde-Pumpido, hijos y nietos de franquistas). Para unos terceros, en fin, sólo es una forma –sumamente rentable- de vestir el nihilismo, y en este último apartado caben los denominados intelectuales-y-artistas.

Hablemos de los intelectuales-y-artistas, tan activos en la cobertura de esta huelga. ¿Alguien piensa que Almudena Grandes, un suponer, tiene una fórmula para reformarla política laboral? No: para ella, el elogio del miliciano violador de monjas no es más que una forma de exteriorizar un desarreglo interior, un deseo ciego y oscuro de venganza, una estetización del resentimiento. Otro ejemplo: ¿cree usted que Joaquín Sabina ha reflexionado sobre las vías para acentuar la participación política de los ciudadanos? Tampoco: para este señor, reivindicar la huelga general es abonarse al barullo y al canuto, una racionalización primaria del nihilismo. Pero ambos actúan como portavoces de la izquierda cultural.

Hay algo patológico en el hecho de que toda esta gente de la cultura (de la cultura subvencionada) permanezca atada a los tópicos de la izquierda. Hoy nadie ignora que la izquierda ha sido la mayor fábrica de represión del siglo XX, pero toda esta burguesía semiculta prefiere cerrar los ojos e imaginar una izquierda que no ha existido jamás. Lo decía hace poco la ministra de Cultura, González Sinde: “Uno de los valores de izquierda, históricamente, siempre ha sido la cultura”. Sí, claro. Pueden atestiguarlo Boris Pasternak, que tuvo que renunciar al Nobel de Literatura en 1958 por las amenazas del Partido Comunista; Solzhenitsin, que se chupó ocho años de campo de concentración y tres de destierro en Kazajistán antes de ser expulsado de la Unión Soviética; Ramiro de Maeztu y Pedro Muñoz Seca, fusilados por los siniestros abuelos de la memoria histórica zapateril; también Ortega y Gasset, Baroja o Marañón, que tuvieron que huir del Madrid de 1936 porque las fuerzas del progreso y la cultura querían darles boleto. Son sólo algunos ejemplos. La lista se alarga hasta el infinito.

La izquierda, es verdad, gusta de envolverse en la palabra “cultura”, pero la usa como porra. Alguno recordará la famosa revolución cultural de Mao en China, entre 1965 y 1969, que se saldó con un número indeterminado de millones de muertos y la destrucción de una parte notable del patrimonio cultural chino. En Camboya, entre 1975 y 1979, los jemeres rojos llevaron su celo cultural hasta el extremo de considerar intelectual burgués a cualquiera que llevara gafas: el número de muertos oscila entre los dos y tres millones, una cuarta parte de la población camboyana. Tal vez usted sepa todo esto ya. Pero me temo que no lo saben Willy Toledo y Alberto Sanjuán, ni tampoco, al parecer, la ministra González Sinde.

No, no hablamos de cosas del pasado lejano. Hace muy poquito, en la Feria del libro de Guadalajara ( Méjico), los gánsteres del castrismo biocoteaban violentamente la presentación de “Tumbas sin sosiego”(Anagrama 2006), el libro de Rafael Rojas sobre la disidencia y el exilio de los disidentes cubanos. Es un libro interesante, porque en sus páginas se explica con toda claridad el proceso de seducción coercitiva que la izquierda aplica sobre los intelectuales. Un proceso tan intenso y tenaz que, en no pocas ocasiones, el propio Rojas parece víctima de él.

Hay un par de libros interesantes sobre esta seducción fatal de la izquierda. Uno es “El fin de la inocencia” (Tusquets, 1997) de Stephen Koch, que gira en torno a la figura de Willi Münzenberg. Este sujeto, fue un auténtico ciudadano Kane del agit-prop y a su mefistofélico talento se debe buena parte de la hegemonía mediática y cultural de la izquierda en occidente.

El otro libro es de FranÇois Furet, se llama “El pasado de una ilusión” (Fondo de cultura económica, 1995) y analiza de forma crítica la fascinación de los intelectuales ante el monstruo comunista. Basta leer estas obras para concluir que la izquierda opera, ante todo, como alucinación colectiva.

LA ALUCINACIÓN

Uno puede entender que la gente del común, incesantemente manejada por la hegemonía mediática de la izquierda, comulgue con ruedas de molino. Lo que ya es más difícil entender es que caigan en la trampa miles de periodistas, de profesionales, de ciudadanos informados, de gentes que, en principio, deberían ser capaces de describir objetivamente la realidad. Es como si la izquierda española estuviera viviendo, en efecto, una alucinación colectiva.

En “la psicología de las masas” de Gustave Le Bon se narra un episodio interesante. La fragata “Belle Poule” navegaba en mar abierto buscando al crucero “Le Berceau”, perdido tras una tempestad. De pronto el vigía dio la voz de alarma: había avistado una embarcación precaria. La tripulación miró en la dirección señalada y todos, oficiales y marineros, vieron claramente una balsa remolcada por botes, llena de hombres que gesticulaban pidiendo ayuda. Se envió un bote al rescate de los náufragos. Según se aproximaban al objeto avistado, los marinos veían masas de hombres en movimiento, estirando sus brazos pidiendo ayuda, y oyeron el sordo y confuso ruido de un gran número de voces. Pero cuando llegaron al objeto, no encontraron más que algunas ramas de árboles cubiertas de hojas, arrastradas mar adentro desde la costa cercana. Ante una evidencia tan palpable, la alucinación desapareció.
Se ve claramente, explica Le Bon, el mecanismo de una alucinación colectiva : por un lado, tenemos a una multitud en atención expectante, por otro, una sugestión provocada por el vigía al anunciar la vista de una embarcación de náufragos en el mar. La sugestión por un proceso de contagio, fue aceptada por todos los presentes, tanto oficiales como marineros.

¿Qué evidencia hace falta para que la izquierda despierte de su alucinación colectiva? Quizá esta huelga del 29-S sirva de despertador.

José Javier Esparza. La Gaceta. 3 de Octubre de 2010