miércoles, 30 de diciembre de 2009

EL CLAN DE LOS KEYNESIANOS

No sé por qué, pero durante años tuve la peregrina idea de que, a medida que uno se hace más culto, se vuelve mejor. Luego un eminente jurista me confesó: "Quien no ha conocido a un catedrático ignora los abismos de maldad de los que es capaz el ser humano". Tenía razón. El mundo universitario es feroz. Lo que pasa es que no nos enteramos mucho, porque, como dice Woody Allen, los intelectuales son como la mafia y sólo se matan entre ellos.
De cuando en cuando, sin embargo, alguno de estos ajustes de cuentas trasciende el ámbito académico. Ahora mismo, la familia de los keynesianos está aprovechando la crisis para liquidar al clan de los neoclásicos. La declaración formal de guerra (la matanza de San Valentín, podríamos decir) ha sido un artículo de Paul Krugman en el New York Times Magazine (¿Cómo se equivocaron tanto los economistas?), que en España reprodujo El País. Además de dar a entender que alguno de sus colegas está a sueldo del capital (dice que el apoyo a la desregulación no es ajeno a "las becas sabáticas de la Hoover Institution", un think tank conservador, y "a las ofertas laborales de Wall Street"), el Nobel acusa a la profesión de no haber dejado que la realidad le estropeara una buena teoría.
Pocos economistas vieron venir la crisis, escribe, porque "confundieron la belleza, envuelta en un imponente aparato matemático, con la verdad". La concepción del capitalismo como un sistema ideal, en el que "sujetos racionales operan en mercados perfectos", es insostenible. Ha llegado la hora de "reconocer la importancia de los comportamientos impredecibles" y volver al paradigma keynesiano, que es "el mejor" y "el único plausible".
En realidad, aunque parecían haber alcanzado una entente cordiale, las familias neoclásica y keynesiana nunca se soportaron. La pelea ha sufrido diversas alternativas. Hasta 1929 la disciplina estuvo dominada por la visión clásica: los mercados tendían al equilibrio y, cuando había excesos o carestías, los precios se movían hasta que oferta y demanda se igualaban. No podía haber recursos permanentemente ociosos. El paro era friccional (lleva un tiempo encontrar un puesto acorde con la capacitación de cada cual) o voluntario (algunas personas no aceptan el salario que se les ofrece).
Este elegante modelo no superó la prueba de la Gran Depresión. Como observó Keynes, a veces una ola de irracionalidad (los animal spirits) se apodera de la gente y, en lugar de consumir e invertir, se dedica a acaparar dinero. Cuando esta "preferencia por la liquidez" se generaliza, como en los años 30, la demanda no puede igualar a la oferta y corre detrás de ella como Aquiles detrás de la tortuga. Los precios y los salarios bajan, pero la deflación alimenta más recortes de la inversión y el consumo, contrayendo de nuevo la demanda y condenando al paro a millones de personas. Ninguna fuerza del mercado es capaz de frenar esta espiral. El único remedio es la expansión fiscal.
Este intervencionismo benévolo se hizo habitual en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial. Se basaba en la premisa de que una elite de burócratas podía suplir las carencias del capitalismo manejando las palancas monetaria y presupuestaria. Su expresión gráfica era la curva de Phillips, que establecía una relación inversa entre desempleo e inflación: si el primero aumentaba, bastaba con abrir las esclusas del gasto.
El invento funcionó hasta que estallaron las crisis del petróleo, en los años 70. Los gobiernos respondieron con la expansión fiscal de rigor, pero ni la actividad ni el empleo se dieron por aludidos. El mundo se empozó en la estanflación en medio del desconcierto keynesiano. La explicación la aportó Milton Friedman: existía una "tasa natural" de paro y los intentos de someterla mediante el gasto sólo avivaban la inflación. Había que introducir reformas estructurales y reducir el poder de fijación de precios que empresas y trabajadores habían acumulado durante décadas.
La liberalización devolvió la prosperidad a Occidente. Los keynesianos se batieron en retirada y la hipótesis del mercado eficiente de Eugene Fama se erigió en el nuevo estándar. El enunciado es sencillo: el precio de un activo financiero refleja en cada momento toda la información disponible. Piensen en la bolsa. Millones de ojos rastrean día y noche las empresas en busca de la menor pista que les permita comprar barato y vender caro. El resultado es que cualquier noticia es rápidamente incorporada a la cotización de las acciones.
La evidencia empírica de esta teoría es enorme y, aunque siguieron dándose manías, pánicos y cracks, fueron perdiendo sus aristas más trágicas. A principios de este siglo, el Nobel Robert Lucas proclamó "resuelto a efectos prácticos" el problema de la depresión y Bernanke bautizó la nueva era como la Gran Moderación.
El propio Krugman había escrito en 1998 que un desastre como el de los años 30 resultaba inimaginable. "No sólo haría falta que fuera mal todo lo que puede ir mal, sino que además Greenspan y sus colegas alemanes se comportaran como perfectos idiotas". Pero las crisis asiática y rusa le hicieron reconsiderar su opinión. Por desgracia, "a los disidentes [de la fe neoclásica] se les marginaba", se lamenta en el Magazine. "Reinaba la firme convicción de que las burbujas sencillamente no existían". Y cuenta cómo Greenspan desechó la posibilidad de un colapso inmobiliario cuando, en 2004, Robert Shiller observó que los precios de la vivienda "mostraban una aguda anomalía, como si fueran un cohete a punto de despegar".
Krugman lleva razón cuando observa que el desarrollo matemático ha podido fomentar una peligrosa ilusión de control, pero más en Wall Street que en el mundo académico, que siempre fue consciente de sus limitaciones. Como dice el Nobel Myron Scholes en el Economist, "están los modelos y luego están los que usan los modelos".
Por lo demás, el artículo del Magazine es puro Krugman: fácil, claro, plausible y equivocado. Para empezar, es falso que Greenspan no creyera en burbujas. Fue él quien hizo famosa la expresión exuberancia irracional para referirse a la vertiginosa ascensión del Dow en 1997. Otra cosa es que pensara que resultaba menos nocivo dejar que las burbujas estallaran y limpiar después los destrozos (como hizo en medio del aplauso general en 1998 o 2000), en vez de reventarla con una subida de tipos (como hicieron en 1929, para castigar a los especuladores).
Los disidentes de la ortodoxia neoclásica tampoco son una minoría perseguida. Como explica Narayana Kocherlakota, ni en Chicago ni en Minnesota ignoran los fallos del mercado. "Muchos modelos tratan a los agentes como si fueran totalmente racionales", escribe. "Pero otros muchos no" y "raramente se les trata como parias".
John Cochrane, una de las figuras más atacadas en el artículo de Krugman, dice que gritar histéricamente que hay burbujas no sirve de nada, a menos que se aporte una teoría capaz de describir "cómo se mueven esas olas de optimismo y pesimismo". De momento, nadie lo ha logrado y no le extraña, porque la predicción central de la economía de libre mercado es que nadie puede determinar el valor fundamental de las cosas. "Si alguien pudiera decir lo que debe valer un tomate, y no digamos ya una acción de Microsoft, el comunismo habría funcionado". "La defensa del mercado nunca se ha basado en que fuera perfecto", añade. "Se ha basado en que el control gubernamental [...] ha sido siempre peor".
"Si supiéramos cómo incorporar las mejoras que impiden las crisis", remacha el economista de Bentley Scott Sumner, "ya lo habríamos hecho". Pero quien sostenga semejante punto de vista asume que los políticos son más listos que los banqueros, y basta echar un vistazo al trabajo de Fannie, Freddie o el Congreso en el mercado hipotecario para darse cuenta de que no es así.
Nadie ignora que el paradigma neoliberal presenta serias deficiencias, pero por ahora no disponemos de una alternativa mejor. ¿Y Keynes? Los neokeynesianos llevan años haciendo lo que Krugman reclama (integrar parte de esos animal spirits en sus modelos) y, según Cochrane, el resultado es "algo muy parecido al monetarismo". "Una ciencia que avanza", concluye, "nunca acaba en el punto de partida. Einstein revisa a Newton, pero no te manda de vuelta a Aristóteles". ( Miguel Ors ).

viernes, 11 de diciembre de 2009

GALA DEL DEPORTE CIUDAD DE ALCOBENDAS 2009

Ayer el deporte se vistió de gala. Los premios del deporte Ciudad de Alcobendas 2009 fueron la mejor ocasión para rendir homenaje a todos aquellos que con su esfuerzo y sacrificio, su espíritu competitivo, han logrado importantes éxitos y han demostrado ser los mejores embajadores de Alcobendas, algo que nos llena de orgullo. Son los más grandes deportistas de una gran ciudad.
Este año los deportistas se han superado, ya que han conseguido mejorar los resultados del año pasado. Entonces pensaba que ern datos para estar satisfechos, pero el resumen de éste año, con cuatro medallas en campeonatos del mundo, cinco en campeonatos de Europa y ochenta y siete en campeonatos de España, son la mejor demostración de lo que el deporte es para nuestra ciudad, de lo que significa el trabajo de los deportistas y el de los clubes que llevan el nombre de Alcobendas en todo tipo de competiciones.
Ayer entregamos premios a deportistas que practican catorce disciplinas diferentes. Algunas son consideradas minoritarias y por eso sus éxitos pasan inadvertidos. Pero para nosotros, para el Ayunmtamiento, los méritos son iguales, los resultados se han conseguido a base de esfuerzo y dada la juventud de los premiados, la dificultad es mayor ya que tenéis que compaginar estudios y deporte.
También rendimos homenaje a dos de los nuestros que ya se fueron, a Miguel Cuchillo, ex-presidente del club Ecosport de Triatlón y a Antonio Rodríguez, ex-vicepresidente del Club de Atletismo Popular (CAP). Ellos han sido el sepejo en el que nos debemos mirar todos los deportistas, puesto que ambos encarnaban los valores del deporte.
Con ésta entrega de premios prácticamente se cierra el año deportivo, aunque todavía tenemos varios acontecimientos de gran interés, como la Copa de España de cicloturismo el próximo Domingo y la carrera San Silvestre el día 31 a las doce de la mañana, con lo que ya si pondremos el broche de oro al año 2009.
Mi mas sincera felicitación a todos los premiados (240 deportistas), mis mejores deseos personales y deportivos para el próximo alo para los deportistas, sus técnicos y sus familiares. También mi felicitación a todos los que trabajaron en la organización de la gala, y como Presidente del Patronato Municipal de Deportes, mi reconocimiento a los empleados del PMD que durante todo el año se esfuerzan día a día en mantener unas instalaciones que son las mejores de España.
Por cierto, aprovecho éste momento para decir que en la última encuesta de mercociudad realizada entre un centenar de las principales ciudades y capitales españolas, en las que se valoraba la gestión municipal, Alcobendas es la número uno en la promoción del deporte.
Enhorabuena a todos los premiados y sobre todo, a todos los demás que no lo han sido, porque esta es la fiesta del deporte y el homenaje a todos los deportistas. A todos los que han conseguido inculcar en su vida el hábito deportivo y por tanto, tener un futuro más saludable.
Muchas gracias.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

XXVIII CROSS DE LA CONSTITUCIÓN

El Cross de la Constitución del pasado Domingo fué un auténtico espectáculo. Los varios miles de aficionados que presenciaron las carreras, pudieron comprobar las dos caras del deporte de alta competición, la satisfacción por la victoria y el sabor amargo de la derrota. la recta final protagonizada por Gebremariam (Etiopía) y Medhin (Eritrea) fué electrizante. El Eritreo, en una demostración de fuerza prodigiosa, levantándose tras heber caído, había dado el tirón que parecía definitivo. Pero el campeón del mundo no quería perder su imbatibilidad ésta temporada y gracias a su poderosa y elegante zancada, acabó repitiendo victoria.
Gebremariam, pese al cansancio, era el fiel reflejo de la satisfacción por haber vencido. Medhin tuvo que conformarse con el segundo puesto.
Y lo mismo puede decirse de la carrera femenina, aunque en ésta ocasión hay que hechar la vista atrás. Vivian Cheruiyot ganó con mucha claridad, con mucha distancia sobre Cheiwa. Seguro que revivió los momentos de tristeza cuando hace un par de ediciones perdió el triunfo en la misma cinta de llegada.
Pero hubo muchas más emociones en una mañana fría y húmeda, tan propia de las grandes carreras de cross.
La actuación de los deportistas alcobendenses fué notable. Si hay que destacar, me quedo con la garra y el tesón de Azucena Díaz, octava al final. Y las victorias de Guillem Durán y de Yolanda Gómez, la gran actuación en la prueba juvenil de Juan Francisco Frías, segundo, así como el subcampeonato de la benjamín, Irene Älvarez.
Y para el final, tal como dicen los ingleses"At last but not least", lo último, pero no por ello menos importante, mis felicitaciones a todos los miembros del Club de Atletismo Popular (CAP), que volvieron a dejar constancia de lo bien que organizan la prueba, y recordar que se notaba en el ambiente la falta de Antonio Rodríguez benavente, que descansará feliz de saber que su gente no sólo no le olvida, sino que sigue sus directrices para que todo salga perfecto.